Dentro de la Puerta de Puerto de Vega, se encuentra el Museo de las Historias del Mar. Este museo ofrece una visita por el pasado marinero que ha formado la historia y la cultura marítima de Puerto de Vega y de sus habitantes. Se accede atravesando la recreación del interior de un barco y nos sumerge en los oficios vinculados al mar. Para ello se expone material relacionado con diversas ocupaciones marineras y, a través de un holograma, se recuerda el trabajo en una conservera.
En los siglos XIIIy XIV la pesca de ballenas era una actividad común en los puertos del Cantábrico. El primer documento fechado sobre la caza de ballenas en Puerto de Vega es mucho más reciente, corresponde al año 1608 y en él se contrata el derecho de captura a cambio de un pago realizado con grasa del animal. La pesca de ballenas ocupa un lugar destacado en este museo en el que se muestran diversos artilugios relacionados con la pesca de estos cetáceos y una réplica del esqueleto de una ballena.
En el Museo de las Historias del Mar ocupan también un lugar destacado las artes de pesca utilizadas en esta zona del Cantábrico desde la Prehistoria, y también todos los oficios ligados al mar como las rederas, la pescadeira, el atalayero, los calafateadores o los carpinteros de ribera. Todos ellos formaban parte de la intensa actividad pesquera de Puerto de Vega.
Los percebeiros merecen una mención especial en este museo ya que es una de las artes de pesca más peligrosas de las que se practican en las costas asturianas. Transmitido de generación en generación el trabajo de los percebeiros es un arte tradicional de pesca que exige una gran destreza, siendo la Cofradía de Pescadores de Nuestra Señora de la Atalaya de Puerto de Vega la primera distribuidora de percebe de Asturias y una de las más importantes de España en cuanto a la captura y venta de estos crustáceos.
La conservación y su industria es también un apartado importante en el Museo de las Historias del Mar. La primera industria conservera documentada de Puerto de Vega data del siglo XVIII y supuso una gran revolución ya que pasó de la cocción, la fritura, el ahumado, el escabeche o la conservación en aceite al enlatado, lo que permitió un comercio mucho más rico y rentable con otras poblaciones.